domingo, 18 de mayo de 2014

Ha vencido el Amor!

Hemos celebrado la noche ayer la gran fiesta de la Pascua, el triunfo de Cristo. Todos los sufrimientos de Cristo, junto con la idea que se manejaba de que Cristo había fracasado son echados por tierra ante la Resurrección de Jesús por nuestro Buen Padre Dios. Cristo le entregó su vida al Padre y Dios lo exaltó, lo hace Señor de cielo y tierra. El gran milagro y centro de nuestra fe es precisamente la Resurrección de Jesús, ya San Pablo nos recuerda que  “si Cristo  no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe”

Cristo ha resucitado para que nosotros también participemos de esa vida nueva, de esa resurrección por el don del Espíritu Santo. El reto es hacer actual esa vida nueva en Cristo, que consistirá fundamentalmente en vivir con forme al espíritu de Dios.  Hoy son muchos los ambientes en los que se habla de superación persona, de renovación de vida, sin embargo estos proyectos carecen de autoridad, de trascendencia. Con la resurrección Cristo nos invita a la superación de nuestras debilidades y pecados, nos impulsa para que cada día luchemos y nos esforcemos dejando que el corazón abierto a la acción de su Espíritu para que nos vaya renovando. Y una renovación que abarque todas las dimensiones de nuestra existencia.

Urge hoy luchar por una renovación personal,  social, comunitaria, en el ámbito del trabajo, etc., apremia que Cristo Resucitado y su proyecto restaurador que nos renueva y resucita el cuerpo en la para la vida eterna y el corazón para reconocerle a él como nuestro camino, nuestra verdad y nuestra vida.  Necesitamos que nuestra sociedad pase de la muerte a la vida,  que nuestra economía se vea renovada, que nuestra cultura florezca. Nuestras realidades sociales necesitan ser vivificadas ya que  en muchos de los casos  se visualizan embarcadas en los sudarios de la muerte y de la oscuridad, del error y del pecado. Tenemos mucho que renovar ya que la alegría y el gozo que trae y comparte Jesús Resucitado no es para nosotros solos, es para repartir a un mundo que vive urgido por lo inmediato, por lo material, por el prestigio, o por la indiferencia… un mundo en constante cambio, con esperanza, un mundo al que tenemos que dar testimonio de la grandeza y belleza de nuestra fe.

La Iglesia celebrará la Pascua de una manera especial durante estos cincuenta días siguientes, a veces se da tanta importancia a la cuaresma que se olvida que ésta tiene sentido solo tanto cuanto nos prepara y nos acerca para vivir intensamente la Resurrección de Jesús. Ojalá que durante estos cincuenta días vayamos entendiendo que la vida de Cristo entregada tiene que dar fruto en nosotros. Que no sea solo una palabra retórica, sino que el cambio de nuestra vida nos ayude a asumir los valores que le dan sentido a nuestra vida según Dios. Pascua es el día de una nueva creación, el día de la libertad de todas las criaturas para con Dios y de las unas para con las otras. Por tanto, la creación está orientada a la comunión entre Dios y la criatura; existe para que haya un espacio de respuesta a la gran gloria de Dios, un encuentro de amor y libertad.

La vida nueva en Cristo tiene sentido con la auténtica vivencia de los sacramentos especialmente en la eucaristía que tiene sentido porque en cada una se actualiza nuestra pascua celebrada en esto días. La vida nueva en cristo se ha de desarrollar no según los valores del mundo sino los valores del amor, de la paz, de la justicia, que nos ayuden a renovar y vivir una plena dimensión social de nuestra fe.  Recordemos que el odio, la envidia, la soberbia ensucian la vida. Custodiar quiere decir entonces vigilar sobre nuestros sentimientos, nuestro corazón, porque ahí es de donde salen las intenciones buenas y malas: las que construyen y las que destruyen. No debemos tener miedo de la bondad, más aún, ni siquiera de la ternura


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