Hemos celebrado
la noche ayer la gran fiesta de la Pascua, el triunfo de Cristo. Todos los
sufrimientos de Cristo, junto con la idea que se manejaba de que Cristo había
fracasado son echados por tierra ante la Resurrección de Jesús por nuestro Buen
Padre Dios. Cristo le entregó su vida al Padre y Dios lo exaltó, lo hace Señor
de cielo y tierra. El gran milagro y centro de nuestra fe es precisamente la Resurrección
de Jesús, ya San Pablo nos recuerda que “si Cristo
no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe”
Cristo ha
resucitado para que nosotros también participemos de esa vida nueva, de esa
resurrección por el don del Espíritu Santo. El reto es hacer actual esa vida
nueva en Cristo, que consistirá fundamentalmente en vivir con forme al espíritu
de Dios. Hoy son muchos los ambientes en
los que se habla de superación persona, de renovación de vida, sin embargo
estos proyectos carecen de autoridad, de trascendencia. Con la resurrección
Cristo nos invita a la superación de nuestras debilidades y pecados, nos
impulsa para que cada día luchemos y nos esforcemos dejando que el corazón
abierto a la acción de su Espíritu para que nos vaya renovando. Y una
renovación que abarque todas las dimensiones de nuestra existencia.
Urge hoy luchar
por una renovación personal, social,
comunitaria, en el ámbito del trabajo, etc., apremia que Cristo Resucitado y su
proyecto restaurador que nos renueva y resucita el cuerpo en la para la vida
eterna y el corazón para reconocerle a él como nuestro camino, nuestra verdad y
nuestra vida. Necesitamos que nuestra
sociedad pase de la muerte a la vida, que
nuestra economía se vea renovada, que nuestra cultura florezca. Nuestras
realidades sociales necesitan ser vivificadas ya que en muchos de los casos se visualizan embarcadas en los sudarios de
la muerte y de la oscuridad, del error y del pecado. Tenemos mucho que renovar
ya que la alegría y el gozo que trae y comparte Jesús Resucitado no es para
nosotros solos, es para repartir a un mundo que vive urgido por lo inmediato,
por lo material, por el prestigio, o por la indiferencia… un mundo en constante
cambio, con esperanza, un mundo al que tenemos que dar testimonio de la grandeza
y belleza de nuestra fe.
La Iglesia
celebrará la Pascua de una manera especial durante estos cincuenta días
siguientes, a veces se da tanta importancia a la cuaresma que se olvida que
ésta tiene sentido solo tanto cuanto nos prepara y nos acerca para vivir
intensamente la Resurrección de Jesús. Ojalá que durante estos cincuenta días
vayamos entendiendo que la vida de Cristo entregada tiene que dar fruto en
nosotros. Que no sea solo una palabra retórica, sino que el cambio de nuestra
vida nos ayude a asumir los valores que le dan sentido a nuestra vida según Dios.
Pascua es el día de una nueva creación, el día de la libertad de todas las
criaturas para con Dios y de las unas para con las otras. Por tanto, la
creación está orientada a la comunión entre Dios y la criatura; existe para que
haya un espacio de respuesta a la gran gloria de Dios, un encuentro de amor y
libertad.
La vida nueva en
Cristo tiene sentido con la auténtica vivencia de los sacramentos especialmente
en la eucaristía que tiene sentido porque en cada una se actualiza nuestra
pascua celebrada en esto días. La vida nueva en cristo se ha de desarrollar no
según los valores del mundo sino los valores del amor, de la paz, de la
justicia, que nos ayuden a renovar y vivir una plena dimensión social de
nuestra fe. Recordemos que el odio, la
envidia, la soberbia ensucian la vida. Custodiar quiere decir entonces vigilar
sobre nuestros sentimientos, nuestro corazón, porque ahí es de donde salen las
intenciones buenas y malas: las que construyen y las que destruyen. No debemos tener
miedo de la bondad, más aún, ni siquiera de la ternura
No hay comentarios:
Publicar un comentario